Confianza, que palabra más bonita

Ayer, nuestra pequeña tuvo ensayo en casa de Ed. Había un festival cerca y necesitaban dejar las canciones montadas medianamente. Sinceramente fue duro, todo se repetía y los acordes de la guitarra y el marcaje de la batería penetraban por sus oídos y se alojaban ahí por un tiempo bastante largo.
Después de casi cuatro horas de ruido atronador y de que se fueran todos los demás, Ed invitó a Juliet a que se quedase a cenar. Tras unos huevos fritos algo rotos, subieron a la habitación de Ed, esa que tenía ese olor particular que hacía sentir a Juliet mucho mejor y segura; era un olor familiar.
Tras hablar de cuatro tonterías, Ed bajó la cabeza, se sentó en la cama y con tono apenado dijo:
-"Últimamente me siento muy solo... eres la única que me queda, ¿sabes? Hace tiempo, pensaba en que cuando me fuese a estudiar fuera, volvería a jugar a la Play con Lucas, o fardaría de coche delante de esa pava... pero ahora... ahora solo pienso en ser tu chófer personal, querría verte más a menudo..."
Y una vena sensible de Juliet, esa que está siempre al descubierto, le ordenó sentarse detrás de él, abrazarle y darle un beso en la mejilla, el cual hasta a ella le pareció bastante empalagoso. En realidad ambos sabían que eso les gustaba; a Juliet dar cariño y a Ed recibirlo.
Cuando fue hora de irse a casa, nuestra chica repitió la operación y mientras se alejaba vio una cara de pena por parte de Ed que no sabría como explicar.


Hoy, era nuestra idiota la que estaba en problemas. Se estaba distanciando de sus amigas, las cuales actuaban como si tuviesen veinte años, y Juliet estaba triste, porque le habían dicho cosas horribles. Como no aguantaba más tales cosas decidió irse. Aunque ha de admitir que fue difícil.
Vagó y vagó por las calles de su ciudad hasta que tuvo un encontronazo agridulce. Era Ed. Se alegraba de verle, sabía que le reconfortaba tenerlo cerca; sin embargo, no le gustaba que nadie le viese llorar...
Nuestro grandullón la cogió del brazo, se despidió de sus amigos y se la llevó corriendo a un lugar apartado. En realidad él sabía lo que pasaba, pero aún así le pidió que dejase de llorar, que aquello le partía el corazón.
Tras unos minutos de calma, Juliet le explicó lo sucedido y Ed puso verde a todo lo que pudo. Se sentaron en un banco, y algo inesperado pasó. Quizá no todo lo que a nuestra pequeña bipolar le gustaría, pero lo suficiente para emocionarla. Otra vez.
Ed le agarró la cabeza y la recostó sobre su hombro, la abrazó, le besó la cabeza y acompaño todo esto con un: "te quiero, y siempre voy a estar aquí. Tenlo en cuenta ¿eh?"
Nuestra pequeña no paró de abrazarle toda la tarde y de darle las gracias. Era de las pocas veces en las que se había sentido tan feliz.

Y así han concluido estos tontos días de nuestra tonta Juliet. Es complicado describir la sensación de soledad con la profunda alegría, pero que le vamos a hacer. Sufro pequeñas bipolaridades adolescentes...

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