Anoche fue muy extraña

Bares, a Juliet L. Armstrong también le gusta ir de bares, y más aún cuando sabe que va a encontrarse con alguien. Y casualmente ese alguien era Oliver.
Oliver, para quien no lo sepa, es un chico de 16 años al que le gusta andar de un lado para otro y no sabe estarse quieto. Adora los perros y es muy tímido; es un chico al que le da algo de miedo abrirse y conocer chicas porque siempre acaban partiéndole el corazón. A pesar de no conocer mucho a la gente les ofrece su hombro enseguida y cuando Juliet se enfada con Ed es el primero en apoyarla. Es un chico muy dulce y atento y a pesar de no ser una belleza a Juliet le atrae muchísimo.Intenta ser optimista ya que lo ha pasado muy mal en el pasado, en el fondo le cuesta, ya que hay algunos problemas que siguen y alguna que otra vez saca una sonrisa falsa por no preocupar a los demás.
Volviendo al tema.
Nuestra pequeña se sentía tonta; no hacía más que repetir como una niña pequeña que quería ir al local en el que estaba con sus amigos, pero cuando iban a entrar se mareaba de los nervios. Vaya comportamiento... Además eso le hacía pensar que quizá se estaba enamorando. Otra vez.
Juliet ha de reconocer que adora ese sentimiento, y más si parece que es correspondida; pero le da miedo hacer daño, no que se lo hagan.
Finalmente, cuando se decidió a entrar ahí estaba, delante suya, a poco más de un metro y sonriendo tímidamente. Nuestra ESTÚPIDA le saludó con la mano y una cara de avergonzada y se fue con sus amigas a tomar algo mientras le miraba de reojo o por el espejo que tenía al lado. Él, por lo visto, no le quitaba ojo de encima, y esto hacía que el corazón de Juliet se acelerase de una manera bastante preocupante. Pasada una media hora, Oliver se levantó y fue hacia la barra, pellizcando ligeramente a Juliet por la cintura cada vez que pasaba, poco más y la abrazaba. El corazoncín de esta pequeña sabía que esto no era sano.
Mucho más tarde, Juliet estaba sentada con dos amigas suyas en una mesa de billar comentando cosas inútiles cuando de repente él se acercó, se sentó enfrente suya y mientras le hablaba dulcemente, se le iba acercando más y más, dándole golpecitos y rozándola de vez en cuando. Aún no se sabe como Juliet seguía consciente o sin hacer nada que no debiese. Y así transcurrió la noche. Cuando Juliet tuvo que irse, le dio dos besos con mucha dificultad; sinceramente le hubiese gustado tirarse a sus brazos.
Y tras este pequeño incidente, Juliet L. Armstrong sigue dándole vueltas a todo, una y otra vez. No quiere precipitarse con nada.
Sigue pensando que aún es una cría tonta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario