Cuando ves el cielo gris tantas veces, a pesar de que te guste, acabas aborreciéndolo, y cuando se pone a llover parece que vas a ahogarte con la primera gota que roce tu cara. Y claro, en cuanto piensas eso comienza a diluviar. Pero de repente te acuerdas; llevas un paraguas. Llevas tanto tiempo viendo el firmamento de un color apagado que ya te esperas lo que va a pasar. Lo abres, el agua se desliza por él y cae al suelo. Comienzas a caminar de manera segura, el agua ya no puede tocarte.
Pero cuando cesa de llover queda un ambiente frío, y con eso no puedes hacer nada.



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